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La hipótesis Caputo

El Ministro de Economía rechaza críticas sobre la erosión del tipo de cambio. Refiere a un supuesto cambio de régimen que tiraría por la borda el paradigma previo. ¿Cuándo hay de cierto y qué está mirando el mercado?

Domingo, 25 de febrero de 2024 a las 21 33,

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 25 de febrero de 2024 a las 21 33,

La hipótesis Caputo es que los economistas están equivocando su modelo de valuación del tipo de cambio. Rigen sus criterios sobre el dólar bajo un paradigma que ya no tiene vigencia: el de un diseño macro desordenado e imprudente. Según la visión del Ministro, los analistas deberían recalcular la proyección sobre las principales variables, tanto como la previsiones sobre su posición de equilibrio. De esta forma, Caputo busca reforzar la credibilidad de su programa, tanto como ahuyentar los fantasmas de posibles desvíos. En las próximas líneas debatimos estos postulados.

La dinámica cambiaria reciente tuvo un hito en la devaluación del dólar oficial al inicio de la gestión Milei. Esa corrección, tan esperada por el mercado, fue de magnitud significativa para generar colchón de cara a los meses posteriores de virtual congelamiento. La elevada inflación es como el agua salada que erosiona la roca, pero a una velocidad acelerada. En poco más de dos meses se perdió un 30% de la competitividad cambiaria ganada con el salto del 118% del dólar mayorista. A pesar que el ritmo promedio de los precios empieza a moderarse, es probable que dentro de un mes se termine de consumir toda la mejora del tipo de cambio real multilateral. Estos números son seguidos de cerca por el mercado para valuar los activos, pero también son relevantes para los exportadores (principalmente agrarios) que deben tomar decisiones sobre las cantidades y el momento para liquidar. Es así que el debate sobre los drivers que deberían guiar la evolución del dólar real dista de ser trivial. El consenso que se genere sobre la posición de equilibrio del billete va a tener implicancias múltiples.

El argumento de Caputo está basado en los cambios radicales de la política económica. La intención de converger rápidamente al equilibrio fiscal pleno y eliminar todo tipo de financiamiento al sector público fue el ancla de expectativas que el nuevo Gobierno intentó afianzar desde el comienzo. En el primer mes del año el superávit financiero por poco más de $0,5 billones representó la coronación del compromiso de austeridad del Gobierno. Es importante notar que las cotizaciones de los bonos soberanos en dólares profundizaron la tendencia positiva tras el envión del buen dato fiscal, pero no se vieron afectados con la marcha atrás en la sanción de la Ley Ómnibus. Parece empezar a construirse un consenso sobre la centralidad absoluta del orden macroeconómico y la importancia de poner en cuadro las cuentas públicas desde el primer año de Gobierno. Mientras el Ministerio de Economía logre saltar los obstáculos sobre el Plan Motosierra, es poco probable que resurjan presiones inconsistentes sobre los dólares libres.

La esencia del planteo del Ministro de Economía es que no se puede señalar la aparente apreciación cambiaria de este trimestre si no se ponderan en simultáneo los cambios estructurales, dada la implementación del nuevo modelo económico. Bajo esta premisa, el dólar de equilibrio para la nueva etapa debería ser sustancialmente menor al de Gobiernos previos. De fondo está la presunción que las cotizaciones en etapas anteriores habían alcanzado “precios de pánico”. Por ejemplo, cuando en las cercanías del balotaje el dólar había llegado a $1.200 (equivalente a más de $2.000 a precios actuales), se podía explicar por la incertidumbre sobre el devenir económico y la real vocación de la siguiente administración por la consolidación de las cuentas públicas. Una vez garantizado el cambio de rumbo y con la primera evidencia de un recorte concreto del gasto, ya estarían dadas las condiciones para que el mercado modifique sus perspectivas sobre la zona de estabilización del dólar. Caputo no convalida que el corrimiento del tipo de cambio oficial deba seguir el parámetro de la inflación y su retraso hoy implique una apreciación peligrosa.

El diagnóstico oficial se empezó a difundir masivamente en respuesta a las críticas sobre el riesgo de un fortalecimiento excesivo (y espurio) de la moneda. Argentina tiene por delante un período crítico en el trimestre de oro, donde está depositada la esperanza para el ingreso de dólares por exportaciones del agro. Empieza a debatirse, por tanto, si los productores tienen estímulos suficientes para liquidar con este valor del dólar. No deben olvidarse, además, la incidencia del componente impositivo creciente (vía impuesto PAIS) ni la coyuntural depresión de precios internacionales; ambos factores que deprimen el poder de compra del saldo de la cosecha. Caputo parece dispuesto a resistir las presiones devaluatorias en el segmento oficial. Cualquier desvío respecto de su programación de política cambiaria puede ser evaluado como un síntoma de debilidad y reducir la confianza sobre el plan económico. Si “el mercado” le tuerce el brazo y fuerza una devaluación, es probable que vuelvan a escalar las expectativas inflacionarias, generando nuevos problemas para ordenar la trayectoria nominal.

Bajando la lupa desde el plano macro a sus efectos específicos, es notorio que el país camina hacia un reseteo de precios relativos, donde los bienes y servicios domésticos van a experimentar un sinceramiento “ex profeso” hasta converger a valores internacionales. Si se cumple la profecía (e intención) del Ministro y los dólares pasan a arbitrarse en una nueva zona de equilibrio más baja, entonces Argentina se va a encarecer notablemente en dólares. Toda vez que la apertura de importaciones se profundice, este proceso puede afectar la ecuación económica de muchas empresas, que se verán obligadas a dar un salto profundo de productividad para mantenerse competitivas. Otro plano relevante es el socioeconómico. Si la nominalidad de la economía se aquieta, pero los salarios no acompañan, los niveles de pobreza pueden cristalizarse en un nuevo estándar más alto. Eso significa menores niveles de consumo privado y, por ende, una demanda interna más aplacada. Una economía más chica, donde las actividades rentables se vinculen al complejo exportador, pero quede relegado el mercado doméstico.

A pesar de la tranquilidad cambiaria del mes de febrero, cualquier noticia negativa o ruido político puede alterar la quietud. La política monetaria contractiva restó poder de fuego a los pesos, pero en un escenario de corrida la oferta de moneda extranjera puede desaparecer rápidamente. La coordinación de expectativas es esencial para que la hipótesis de Caputo se refrende en la realidad. Aún con las “defensas bajas” por las magras condiciones objetivas, el Gobierno deberá revalidar sus logros semana tras semana y no cantar victoria por adelantado.

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